lunes, 30 de junio de 2014

La Crisis de 1929 y la Gran Depresión

Durante todo el siglo XIX el paradigma clásico fue extendiendo su supremacía por todo el mundo,  las ideas de Smith y Ricardo mejoradas en su presentación teórica por los Neoclásicos marginalistas  le dijeron al mundo que el mercado era el mejor asignador de recursos y que si el estado no intervenía, el mercado  llevaría a la economía a la plena ocupación de sus factores , entre ellas a la más importante, la mano de obra de los trabajadores. No existiría desempleo.




Llegó el siglo XX y con él la primera guerra mundial o guerra europea. Inglaterra defendió su posición de superpotencia mientras que los Estados Unidos esperaban la oportunidad que se les dio y no la desaprovecharon. Mientras Europa luchaba, Estados Unidos se convertía en la fábrica del  mundo. Y acentuó su dominio industrial durante la posguerra, en la reconstrucción europea.
Llegaron los llamados “felices años 20” en los cuales las fábricas norteamericanas no paraban de producir y crecer incubando en esta aparente prosperidad una falla que terminaría con la falsa ilusión. La concentración del ingreso. Pocas personas acumulaban demasiada riqueza y Europa se recuperaba de la guerra produciendo lo suficiente para satisfacer su propia demanda. Las fábricas en Estados Unidos no paraban de producir pero las ventas empezaron a disminuir.
En esta aparente prosperidad hubo otro  detalle no menos importante. La casi nula reglamentación bancaria que permitía los préstamos especulativos. Las personas pedían dinero prestado a los bancos, iban a invertirlo en acciones de bolsa en Wall Street, ganaban dinero y devolvían el préstamo quedándose con un buen margen de utilidad. Se hizo tan común esta suerte que hasta vecinos hipotecaban sus viviendas para agenciarse de fondos que invertían en la bolsa.
Llegó el día en que las empresas no pudieron seguir acumulando stocks  y se declararon incapaces de pagar sus deudas. Sus acciones tan cotizadas ayer se desplomaron. Los inversionistas aterrados trataron al mismo tiempo de vender su cartera de acciones. El Martes 29 de Octubre de 1929 se pusieron a la venta más de 12 millones de acciones industriales en la bolsa y la sobreoferta hizo que los precios cayeran en forma vertiginosa.
Las consecuencias fueron desastrosas. Las acciones de valer mucho pasaron a valer nada. Las industrias quebraban una detrás de otra y la insolvencia de los inversionistas llegó al sistema bancario. Las personas que habían pedido dinero prestado para invertir en bolsa no pudieron devolverlo. Más de cinco mil bancos quebraron en Norteamérica entre 1929 y 1932. Al quebrar no pudieron devolver el dinero a sus ahorristas. La demanda de productos que ya venía desalentada  por la concentración del ingreso, sufría ahora por la caída generalizada del ingreso de las personas cerrando el círculo vicioso. Menos demanda, más acumulación de stocks, más quiebras, más desempleo, menos demanda …  De cada cuatro norteamericanos, tres no tenían trabajo.
Y cuando los economistas fueron llamados de urgencia a resolver la crisis repitieron la consigna neoclásica. Dejemos al mercado resolver los problemas de la economía.




No hay comentarios:

Publicar un comentario